Franklin Castro 23 ene 2015 www.miprensacr.com IMG_20150123_093130

Franklin Castro R.

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Fui el primero en llegar al cementerio de San Rafael aquel domingo 03 de julio 2016. El sitio ubicado en la callecita a Panamá, como se llama aquel lugar en el que por tiempos ha vivido uno que otro vecino. Un sandillal en crecimiento se erige a la izquierda del Campo Santo. Ahí desde las 10 a.m. quien escribe esperaba el cuerpo de Charles Peterson. Era el momento del último adiós.

Un sol radiante y nubes grisáceas bordeaban las serranías distantes, mientras que una brisa recurrente refrescaba la mañana que ya se iba. A menos de cien metros en sentido contrario, en un árbol había una reunión de pericos, en donde todos “hablaban” al mismo tiempo. Imposible pasarlos inadvertidos, no en aquellos minutos de espera, en que nuestros sentidos estaban en completo relax.

Despedir al amigo de 30 años, no era posible sin recordar aquellos viejos tiempos en los ochentas, cuando éramos unos niños curiosos y tímidos en demasía. Con Charles hubo confianza mutua desde que lo conocimos y la amistad familiar nos acercó más. Peterson había comprado la finca a Justo Cascante y a nuestro abuelo materno Aureliano Ramírez Arias. Colindaba en la parte interna en Quebrada Blanca, con nuestro otro abuelo Darío Castro Montoya.

Había elegido aquella montaña, porque la quebrada de aguas frías permanecía así durante todo el año. Primero Charles se ubicó bajo un gran árbol, allá donde el abuelo Aureliano “Lano” cultivaba matas de café. Algunas plantas aún sobreviven al vaivén de los años y las crecientes de la quebrada. Luego el norteamericano se asentó definitivamente cuatro pasos de agua más arriba. Al pie de la montaña. Ahí donde compartimos innumerables conversaciones.

Cuando estaba en el Colegio Técnico Profesional Agropecuario de Paquera (vestíamos de azul celeste), iba a visitarlo los fines de semana o a veces después de las cinco de la tarde. El viaje de unos 20 minutos hacía que casi me alcanzara la noche y entonces el regreso era escalofriante por la soledad del camino. Difícilmente se topaba uno a alguien, pero la amistad con Charles superaba esos miedos.

Dos semanas antes de su partida, recorrí de nuevo ese trayecto. Era como regresar al pasado, pero no pude encontrar la entrada a los galerones donde vivía Charles. La verde naturaleza resurgió con fuerza y lo absolvió todo. En aquel instante me alimenté de los recuerdos. Y aquel domingo cuando despedí a Charles, me tomé cuatro tazas de café en la casa de la tía Benera. Quizás hacerlo con su bebida favorita, era la mejor forma de decir adiós.

Charles Peterson mayo del 2008 Quebrada Blanca MI PRENSA DSC04428

Esta era la vivienda tipo galerón del estadounidense Charles Peterson en Quebrada Blanca, San Rafael de Paquera, provincia de Puntarenas, en Costa Rica. Era el 11 de mayo del 2008. Foto Franklin Castro, Mi Prensa.

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