Franklin marzo 2014 Snapshot_20140307_2

Franklin Castro R.

franklindecostarica@gmail.com

Con el avance trepidante de la tecnología se pusieron de moda los teléfonos inteligentes. Personalmente durante varios calendarios me reusé a utilizarlos, pero con el tiempo cedí al cambio, pues por razones técnicas y por mis funciones era inconcebible que me quedará un paso atrás en la carrera de la modernización.

Recuerdo alguna vez, que cuando un amigo me decía que debía pasarme a la tecnología de avanzada, les decía en broma que el inteligente era yo. Pero ciertamente ya conociendo los nuevos dispositivos, uno se da cuenta que el aparato si es funcional y nos colabora en muchas tareas laborales.

Pero que el aparato sea uno de los llamados inteligentes, no quiere decir necesariamente que el propietario también lo sea. ¡Qué va!. Es un arma de doble filo. Ahora el aparato exhibe en las redes sociales, cuan inteligente o no es su dueño. Basta con ver la ortografía de más de uno para sorprenderse.

Todavía se le puede perdonar a los escolares, pero a gente que ya superó el sexto año, está en la secundaria y/o en las aulas universitarias, no se les debe pasar por alto. Escribir mal, es como hablar mal, además es una muestra fiel del vocabulario que cada persona maneja. Si lo escribe, probablemente también lo dice.

Antes no sabíamos el nivel del manejo del idioma que tenían nuestros conocidos, ahora quedan expuestos en cada publicación. De pronto uno se queda impresionado positivamente por la presencia de alguien, pero esa imagen luminosa se puede opacar estrepitosamente en cuando se observa como escribe.

En conclusión considero que lo importante no debe ser cuan inteligente sea nuestro móvil. Lo realmente resaltante debe ser cuanto lo somos nosotros. Debemos competir con el aparato, para mejorar y estar en afinidad con la tecnología que manejamos. No a la inversa como sucede en muchos casos.

De lo contario podríamos aplicar en este tema aquel adagio popular… aunque la mona se vista seda (o tenga un súper teléfono)… mona se queda.

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