Franklin Castro Ramírez

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Hurgando en los recuerdos del pasado, me reencontré con los tiempos de Colegio. Ciertamente era otra época y aunque los actores éramos los mismos, no así aquellas vivencias inolvidables. Cómo borrar de la memoria nuestro paso por el Colegio Técnico Profesional Agropecuario de Paquera. En aquellos días, la institución era para nosotros todo lo que existía de lunes a viernes.

En San Rafael el carro de carga (bus no hubo todo el tiempo) pasaba a las 5:30 a.m., pues el vehículo era el mismo que recogía a estudiantes desde Vainilla y luego tras dejarnos frente al colegio, se iba a trasladar a los que venían de Río Grande. Eran ellos los que siempre tenían la oportunidad de dormir más y también los iban a dejar primero en la tarde.

A la casa llegábamos oscureciendo. Aunque los días eran largos y cansados, sobre todo dos veces a la semana, cuando durante cuatro horas nos llevaban a las prácticas de campo. Se trabajaba duro, aunque los más “avispados” siempre se las arreglaban para matar el tiempo, sobre todo cuando el profesor nos dejaba solos. Se hacían travesuras, pero eran más inocentes que las de hoy.

En aquellos tiempos se respetaba la autoridad máxima del director. Recuerdo que habían prohibido ir a bañarse a la poza, que estaba en el río que pasa muy detrás de la institución. Yo siempre tímido, flaco en demasía y con el cabello suficiente para tapar mis grandes orejas, era uno de los más obedientes. Pero el que con lobos anda, a aullar aprende. Al menos lo hice una vez.

Con algunos compañeros nos metimos a la poza una tarde de verano. A un lado del cauce había un paredón recordado, que por su altura era un perfecto mirador hacia la piscina natural. De pronto al observar hacia ese punto, estaba don Carlos Mora Borloz –el director de entonces- que nos miraba con seriedad. -¡Franklin, usted aquí!-, dijo a viva voz. Nadie chistó, el volteó y se retiró.

No duramos ni un minuto más en la poza. Pensé que me había ganado la primera y única expulsión colegial. El temor nos abrumó al pensar en lo que nos esperaba al llegar al colegio. Sin embargo nada sucedió. El director sabía del gran respeto y aprecio que le teníamos y suponemos que su grandeza, le hizo suponer que con el solo hecho de sorprendernos era suficiente castigo.

Y para mí lo fue. Asumir que se cometió un error y ser descubierto, fue aleccionador. Gracias por eso, Señor Director.

Un comentario en «Aquellos tiempos de Colegio»
  1. Muy bonita remembranza.Es importante escribir sobre nuestra historia local. Nos enriquece y se fortalece nuestra cultura y nuestro sentido de pertenencia.Nuestras comunidades Peninsulares están llenas de historias que deben plasmarse en sitios como estos para que los mas jóvenes se enriquezcan y conozcan de donde vienen.Qué bonito sería hacer una recopilación de historias contadas por nuestros adultos mayores sobre nuestros pueblos y publicarlas en un libro¡¡. Se imaginan??? Lo felicito. Me gustó mucho¡¡

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