Franklin Castro R

Observando algunos segmentos de la Teletón 2009, concluyo que dicho maratón televisivo debe cerrarse y en su lugar reinventar nuevas estrategias para adquirir recursos para la causa que se persigue. El espectáculo ha decaído en calidad, tanto en la producción como en la asistencia de artistas, pues ahora se trae gente casi desconocida que solo vienen para darse a conocer.

En materia de animación hay que escoger a los mejores (y los hay: Edgar Silva, Alberto Reina, Silvia Blanco, etc.). Incluso es mejor contratar a personas diestras en el oficio, que preferir -como se hace-, a muchos de esos que se ofrecen de animadores, solo para que los vean en la casa, pues está claro que a algunos solo su familia conoce.

No puede ser que lo único que importe sea recaudar más y más dinero cada año. Creo que hay que invertir, para ofrecer un espectáculo de calidad, pues aunque sea un fin noble, no se justifica que muchos dediquen tanto tiempo a hablar y reiterar un discurso, cuando lo importante es ofrecer variedad para motivar al televidente.

Por otro lado Teletón debe dar información, sobre el uso que se le da a cada colón que se recauda. No comparto la exposición que se hace de los niños, pues siento que se les utiliza para dar lástima y con ello se les agrede de alguna manera. Este año trajeron hasta una vedette para entretener al público (y yo creía que el espacio era familiar).

A la medianoche del viernes me sorprendí hasta límites impensados. Intrusos de la Farándula tuvo su espacio en Teletón, con todos sus conductores, publicitaron el programa al mencionarlo reiteradamente, trajeron a la diosa del regaettón y pusieron a bailar con ella a unas niñas. Si señores, las chicas debían hacer los movimientos que la “talentosa” diosa realizaba.

La familia Picado debió sacar de la cadena a Teletica Canal 7 y el Poder Ejecutivo hacer lo mismo con Canal 13 del Sistema Nacional de Radio y Televisión SINART (estatal), pues lo que sucedía no podía estar pasando: una actividad de tan insignes objetivos no se puede prestar para proyectar antivalores. ¡Por Dios!, el fin no justifica los medios.

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