Franklin Castro Ramírez

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El sol abrasó con furia aquella mañana de abril, cuando en el humilde cementerio de San Rafael de Paquera, amigos y familiares nos reunimos para despedir al que se fue. La noticia de su internamiento me tomó con sorpresa y más aún su partida. No hubo tiempo para decir adiós y por ello el vacío dejado fue mayor, doloroso e imborrable. No creí que se había marchado, hasta que me asomé en el féretro y vi su rostro. Parecía que estaba dormido.

Se me hizo un nudo en la garganta y tuve que hacer esfuerzos para no derramar lágrimas. Quizás los cánticos gloriosos del padre José Andrés Quirós Vargas, Cura Párroco de Paquera, que eran seguidos por los presentes, fueron el aliciente para no desfallecer. Dios, el máximo hacedor de todo cuanto existe, lo recogerá en su Santo Seno y cuidará de el en adelante. Así sea.

Ramón Victoriano Navarro Ramírez, conocido simplemente como Víctor Navarro o Gallo Pinto, para los más allegados, fue un hombre que no ostentó importantes cargos, como para que su funeral estuviera ampliamente concurrido. No tenía nada más que unos cuantos metros cuadrados en los que se cimentaba su humilde casita. Por eso, aquel día del adiós no vimos autoridades, ni representantes de la política local. En este mundo, a la gente se le mide por lo que tiene.

A parte del parentesco familiar (era hijo de una hermana de mi abuelo Aureliano Ramírez Arias), con Víctor manteníamos una relación de amistad y además aparte de ser agricultor, especialista en hacer pozos artesanalmente (muy conocido por eso), Navarro también distribuía el periódico La Voz del Pacífico en la propia San Rafael, Santa Cecilia, Valle Azul y Río Grande de Paquera.

Era bohemio, fumador empedernido y a veces le gustaba calentarse la garganta, sin llegar a los excesos. Tocaba la guitarra y cantaba. Le gustaba la música norteña. Por eso una noche no muy lejana cuando nos visitó en Río Grande, me puse a buscar música de antaño en internet. Le pregunté que quería escuchar y me dijo, ¿habrá algo de “Las Palomas”?. Se refería a un dúo mexicano de música ranchera, que se oía en radio, en las madrugadas de hace tres décadas.

Claro que había. Fueron muchas las canciones que rememoró y tarareó. Hubo tiempo para escuchar temas de amor y desamor. Nuestro amigo nunca se casó, ni tuvo hijos, pero al parecer su corazón si se enamoró en los últimos tiempos (era inevitable), pero aquel fue un amor platónico, que aunque existió de su parte, no se cristalizó y se fue con el cuando su existencia dio el último suspiro. Adiós amigo, siempre te recordaremos.

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