Franklin Castro Ramírez

franklindecostarica@gmail.com

Junio 2012. El otro día, por situaciones de la vida me quedé sin transporte y decidí aprovechar aquella liviana vicisitud, para otros fines. Me propuse caminar los 14 kilómetros que separan a Río Grande de la Terminal de ferries de Puerto Paquera. Siempre me ha gustado, pues al hacerlo se admira el paisaje y se da tiempo para pensar.

Nuestra región peninsular se encuentra olvidada. Resulta reiterativo escribir, hablar y quejarnos del mal estado de la ruta nacional 160 (más bien parece una rota), en el trayecto comprendido entre Paquera y Playa Naranjo. Y es que por estos días en que el invierno apenas se asienta, los estragos en la vía se han visto acrecentados.

Está claro que se han desentendido del mantenimiento. Y las veces que lo han hecho, al parecer los trabajos no han sido los adecuados. A mi criterio, no hay una correcta atención de las aguas que descienden de las serranías en el sector de La Ensenada y otros. Aunque se han instalado alcantarillas, hay partes en que no las hay y cualquier aguacero deteriora abruptamente el paso.

Vamos al pavimento. Luego avanzando de Paquera al “Relleno”, la mañana subió la temperatura y conforme progresaba me asaltó una duda: si caminaba o no por la izquierda para ver de frente a los vehículos. Pero aquí hay un problema: mucha gente maneja al lado contrario y más bien, uno podría ser embestido por la retaguardia.

Es cierto que en las calles de lastre uno observa a los automóviles y hasta grandes camiones por la izquierda, pues el decir de algunos conductores es que por ahí está mejor el camino, pero cuando vienen de vuelta hacen lo mismo, ¿entonces?. Quizás solo en eso (en el lado de manejar) nos parecemos a los ingleses.

Lo otro es que por sortearse a los automotores uno debe introducirse a la ronda, pero aquí surge otra contrariedad: la montaña está ganando terreno y ya casi se adentra en la carretera. Para las chicas que corren esto podría representar algún peligro, pues de la nada puede aparecer algún maleante y hacerles daño. No solo a ellas, también a nosotros, a cualquiera; sea un malhechor, una serpiente, tantas cosas.

Aquí queridos lectores hay que hacer algo urgente: Pues o nos accidentamos por el mal estado de la vía, en el primer caso; o nos mata un carro o nos come el tigre, por el segundo. ¿Qué o quién nos hará falta, para revertir tanto infortunio?. Como diría aquel estribillo de La Patada… Pregúntele a la abuela de Manuel.

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