Franklin Castro Ramírez

Publicada el 13 de diciembre 2019.

Cada vez que la miro caminar me quedo maravillado porque sus pasos son firmes y discretos. Un halo de grandeza la envuelve, como si el entorno le brindara la pleitesía que merece para que su avanzar sea seguro y sin contratiempos. Ella no es como la Dulcinea del Quijote. Ella es una fémina real y tiene todos los atributos de una reina. Y lo sé porque quien escribe, -a diferencia del personaje de Miguel de Cervantes-, si está en sus cinco sentidos.

Su pelo me embelesa, sobre todo cuando el viento juguetea con sus hermosos cabellos negros y largos o cuando el sol los acentúa con su brillante luz. Es una fémina inigualable, esforzada, valiente, fuerte ante la vida, pero a la vez frágil. La perfección es así. Me encantan sus valores, ideales, educación, su clase. Me cautivan sus cejas bien delineadas, su color de piel, sus ojos que atesoran una tierna mirada, su sonrisa cristalina y su voz, que es música para los oídos.

La chica de la historia nos hace más agradable la existencia: Su imagen siempre presente, produce un efecto que no podemos plasmar en palabras. A Dios le pido para ella lo mejor: Que la guíe por el camino del éxito y la proteja de las opacidades del mundo. No quisiera que derramara ni una sola lágrima de aflicción. No merece que nadie la lastime. Confieso eso sí, que desearía que el Gran Creador puntúe a mi favor estas letras con tintes de plegaria.

Ciertamente la belleza femenina casi siempre la retratamos a partir de lo externo, de lo que miramos… Y obvio que no puedo soslayar sus cualidades físicas, pues sí que las tiene. Aunque podría ser descriptivo, la discreción me aconseja lo contrario. Pero diré que es bella, de buena figura, una mujer elegante, que es más que un cuerpo sexy y bonito. Personalmente la valoro de manera integral: Tanto por sus contornos (…), como por su tesoro interior.

A veces hay que callarse las palabras y reprimir lo que se siente, porque a veces también la transparencia se revierte en contra de quien la expresa. Así es como funciona el mundo del revés: Ser bueno puede ser malo y ser malo puede ser bueno. ¿Qué hacemos?, ¿cambiamos?. No lo sé, pero esta vez (con riesgo incluido) hemos querido escribir desde nuestros adentros, dejar aflorar libremente lo que sentimos y pensamos y que a veces guardamos celosamente.

Quizás estas letras produzcan un efecto adverso (o acreciente el ya existente) hacia el autor, pero aun así nos decidimos a abandonar nuestros miedos y nos atrevimos a describir a esa chica que seduce nuestra alma y alegra nuestros días con el solo hecho de existir. Por lo demás aunque perdamos, no nos queda más que seguir embelesado por su cabello, por su color de piel…, sus ojos, su sonrisa, su voz… Por ese caminar firme y discreto, por su grandeza. A esta Reina todos mis respetos y admiración. ¡Felicidades por siempre!.

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