Franklin Castro Ramírez

franklindecostarica@gmail.com

Las redes sociales nos han cambiado. Los detalles puntuales de la vida de mucha gente que hasta hace unos años eran privados, ahora se exhiben públicamente. Hace un tiempo las fotos de paseos y de acontecimientos familiares, eran compartidos entre los más próximos, pero en el presente es todo lo contrario. Pareciera que existe una ansiedad por la notoriedad y en ese sentido, vemos como muchos (as) muestran hasta lo más insustancial.

No estoy criticando, pues respeto el criterio de cada persona, pero si me llama la atención esa exposición constante y ese deseo casi irresistible de comunicar absolutamente todo. Sensualmente, las chicas por ejemplo, quieren mostrar más. Obviamente tampoco podemos quejarnos, pues es algo que se agradece, claro en el caso de las más afortunadas anatómicamente.

Las féminas tienen una inteligencia superior y saben que visualmente los hombres -casi en la mayoría-, nos desvivimos por esas dimensiones superiores, que el buen Dios puso en las descendientes de Eva. Entonces, en las redes sociales buscan la manera de mostrarlas (¿con clase?); algunas auxiliadas por un favorecedor sostén (Push up), para que las mismas se avizoren hermosas y redondeadas… ¡Firmes!.

Recuerdo que aún a principios de los noventas, las chicas guardaban muy bien esas beldades y solo eran apreciadas en detalle por algún “allegado”. Pero hoy en día las redes sociales, nos permiten ver de cerca esas superficies; ya sea las de una desconocida, una amiga, la novia o a la esposa de alguien. Cualquiera puede ver una foto, darle guardar y listo. La puede ampliar y todos felices. Reitero, esto no es crítica, solo tema de esta columna.

Incluso pareciera que el publicar fotos de este tipo, puede ayudar a subir la autoestima a cualquier muchacha, pues los espectadores pueden darle me gusta y hacer comentarios positivos sobre las mismas. Pero hay algunos de nuestro género, que se esmeran en emitir conceptos halagadores, aunque las “aquellas”, no sean lo que parecen. Obviamente uno no puede expresar todo lo que se piensa, pues la diplomacia debe emplearse ante todo. ¡Qué pena!… A veces mentimos.

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